En los años 90 hubo en el mundo 405 referenda de ámbito estatal, 248 en Europa. Son incontables los que han tenido lugar en ámbito subestatal, como los más de 500 en Baviera en los últimos siete años. Someter una cuestión a la decisión directa del pueblo es propio de una democracia avanzada, frente a la que le constriñe a sólo votar cada cuatro años una lista cerrada y bloqueada decidida por la cúpula de cada partido: en un referéndum la elección es clara, cada voto cuenta por igual, y el impacto del voto es tangible e inmediato. A pesar de una Constitución que proclama el derecho de los ciudadanos a participar de los asuntos públicos directamente, y no sólo por medio de representantes, el monopolio de los partidos turnantes ha convertido en papel mojado ese derecho: sólo ha habido dos referenda estatales en 30 años, los municipales se han regulado de modo que, en la práctica, no existan, y los nuevos Estatutos de Catalunya, Castilla-León, y Baleares, les atribuyen esta competencia, pero no se ha desarrollado. Carece de sentido que se impida por el Gobierno del PSOE y por el PP que los vascos voten, y una infamia que se escuden en el TC: el único límite constitucional es que cada convocatoria requiere la autorización del Gobierno español, pero los Ayuntamientos pueden celebrar referenda desde 1985, además de las CCAA citadas. ¿Por qué en California, Québec o Ulster sí, y en Euskadi no? ¿Por qué en Castilla-León o Calatayud sí, y en Euskadi no? ¿Por qué no autorizar que los ciudadanos voten? ¿Se tiene miedo a su derecho, o al resultado? Es Zapatero el responsable de negar el voto al pueblo vasco, no la Constitución ni el TC. Creen el PSOE y el PP que pueden impedir la libre decisión de los ciudadanos. Se equivocan, niegan la democracia y, por ello, perderán. Al tiempo.
Article publicat a Público el 22 d’abril de 2008