Quan tot just ens hem assabentat del fallo del Tribunal Internacional de Justícia que avala la independència unilateral de Kosovo en considerar que no viola la legislació internacional i que l’Assemblea de Kosovo està plenament legitimada a prendre decisions que afectin el seu ordenament legal, tornem a plantejar la mateixa iniciativa parlamentària que vam dur a debat el 24 de febrer d’enguany. Efectivament, Esquerra ja va plantejar (sorpresos que ni els bascos ni CiU fessin cap pas en aquest sentit) la demanda a l’Estat espanyol de reconeixement de l’estat de Kosovo. Aleshores, ens ho van rebutjar, però ara hi tornarem. I els partits espanyols, ara, tindran menys arguments a afegir als que aleshores van aportar per negar-s’hi.
Llavors, el PSOE no va fer cap escarafall per avalar les tesis d’Aznar, el qual ja havia sentenciat al diari italià Il Messagero que reconèixer la independència de Kosovo “significa acceptar en l’escenari internacional el principi d’autodeterminació dels pobles i el canvi, sense la necessitat de consens, de les fronteres europees”. Al ministre Moratinos i a la inefable ministra Chacon, no els va fer res ser conscients que el catalitzador del procés hagués estat la croada genocida de la de Milosevic, en van tenir prou per a justufucar la negativa al reconeixement al nou Estat amb l’argument de la unilateralitat del pronunciament de la independència. Per això ens era tan important el pronunciament de la Cort de Justícia Internacional perquè els deixa orfes, sobretot perquè l’Estat espanyol també s’hi va personar. Tant se val que Alemanya, Gran Bretanya, França o Itàlia haguessin fet el pas del reconeixement i que entre els estats que s’hi oposaven figurés el bo i millor dels estats europeus que mantenen abusos de caire nacional en el seu interior, com ara Rússia, Sèrbia, Xipre, Grècia o Romania.
Ara, o rectifiquen o han de reconèixer, sense embuts, que no poden fer-ho pel que significa com a precedent per als futur conflictes internacionals derivats de la realitat plurinacional de l’actual Estat espanyol.D’igual manera, demanem la compareixença de Moratinos. Sempre és bo de dir les coses a la cara i contribuir a desenmascar Chacons i Moratinos davant de les democràcies europees.
Nota. Adjuntem intervenció al Congrés dels diputats del dia 24 de febrer en què es va debatre la primra iniciativa de demanda de reconeixement de Kosovo per part de l’Estat espanyol.
El señor TARDÀ I COMA: El Estado español fue remiso, creo que es evidente, con el proceso histórico que conllevó la independencia de las repúblicas bálticas. De hecho, no se entusiasmó el Estado español con la revolución de terciopelo que permitió que, de forma archicivilizada, Checoslovaquia se convirtiera en dos Estados, Chequia y Eslovaquia. De hecho, y más allá de lo más lamentable que significó el estallido de violencias, la izquierda española tampoco se entusiasmó con el proceso de recuperación de las libertades nacionales plenas para las comunidades nacionales que constituían el mundo balcánico; ciertamente, tampoco ante el proceso que conllevó la independencia de Montenegro, aun cuando el señor Solana tuvo que apadrinar, desde su papel como cargo europeo, el proceso en Montenegro.
Incluso sabemos cuál ha sido la posición española tradicional en todo aquello que compete a lo contenido en el Tratado constitucional europeo. De hecho, mantienen manifiestas discordancias respecto a cómo debe llevarse a término el ejercicio del de los pueblos europeos, e incluso, conforme al debate europeo, en el mismo concepto de la ampliación interna en su momento. Pero donde saltan todas las alarmas, a nuestro entender, es en el caso de Kosovo. Por primera vez nos encontramos ante una comunidad nacional que alcanza su plenitud en tanto en cuanto se convierte en un Estado soberano desde un statu quo que es el de provincia de un Estado, en este caso el Estado serbio. A la izquierda española, de hecho a los partidos políticos españoles, no les ha importado tan siquiera poner a veces énfasis en cuál fue el desencadenante del proceso. Hay que recordar que el proceso se desencadenó básicamente a partir de una acción violenta, agresiva, de un Estado, el Estado de la Serbia de Milosevic, que llevó a cabo un verdadero acto de genocidio. Recuerden la intervención de la OTAN en el año 1999, del siglo pasado, y cómo todo aquello significó parar el proceso que había conllevado un millón de desplazados a Albania. Les recuerdo la Resolución 1244 del Comité de Seguridad de la ONU estableciendo un protectorado internacional y la autorización antes mencionada a la OTAN para garantizar la seguridad. A partir de aquí, existía la posibilidad de crear un escenario para construir las paredes maestras de una estructura democrática. Todo ello culminó en el año 2007 con la elección de un parlamento democrático que proclamó la independencia. Después de esto se desencadenaron todos los miedos ya no solo de la izquierda española sino también de la derecha española. Recuerdo las frases célebres del señor Aznar: Inmenso error —decía— crear una posibilidad, un horizonte y una esperanza para otros pueblos. En clara referencia a las distintas naciones que hoy conforman el Estado español. También decía: Reconocer la independencia de Kosovo significa aceptar en el escenario internacional el principio de autodeterminación de los pueblos y el cambio sin la necesidad de consenso de las fronteras europeas. A partir de aquí, repito, ustedes —dicho con toda sinceridad pero también con todo respeto—, la izquierda española, a rebufo de la derecha, se alinea con Rusia, Chipre, Grecia y Rumania, Estados todos ellos, por cierto, con problemas internos producto de problemas nacionales o relativos a comunidades nacionales no metabolizados por la historia. Ahora se cumplen dos años de la declaración unilateral de independencia y ustedes siguen empeñados en no reconocer a la República de Kosovo, lejos, repito, de lo pronunciado por las democracias más avanzadas, Francia, Alemania, Italia o la misma Gran Bretaña, que nos está dando una lección de democracia. La sociedad británica y sus partidos políticos nos están dando una lección de democracia, puesto que las encuestas revelan que la mayoría de ciudadanos británicos y, por supuesto, las formaciones políticas del Estado británico manifiestan que en caso de que en un referéndum los ciudadanos escoceses aprobaran una relación distinta con la actual Gran Bretaña, se aceptaría democráticamente. (Rumores.) Ustedes, creo yo, dicho con todo el respeto, además de actuar decididamente en contra del statu quo actual en Kosovo, no sé por qué razón o qué fantasmas —los fantasmas de la historia— se han convertido —eso es lo que no entendemos— en el máximo catalizador, junto a la Serbia que hoy en día paga el precio del nacionalismo agresivo del señor Milosevic…(Rumores.) El señor PRESIDENTE: Silencio, señorías.
El señor TARDÀ I COMA: Ustedes han presentado ante el Tribunal Internacional de Justicia un escrito cuestionando el proceso de secesión. En el año 2008 cinco de los seis integrantes del Grupo de contacto de la ONU para la solución del statu quo de Kosovo reconocieron la independencia unilateral de Kosovo. Yo no les escondo que declaraciones unilaterales hoy en día solo son viables en casos singulares, por supuesto, y Kosovo es un caso singular. De ahí que en sociedades avanzadas, como la nuestra, como Canadá, no hablemos de declaraciones unilaterales; hablamos de consensos, de pactos. De ahí la importancia de la sentencia del Tribunal Supremo de Canadá, que viene a decir: Ustedes, ciudadanos de Quebec, no tienen derecho a una declaración unilateral porque el contexto histórico es absoluta y diametralmente distinto a Kosovo, por suerte para los canadienses. Ahora bien —dice el Tribunal Supremo de Canadá—, ustedes, ciudadanos de Quebec, tienen derecho no solamente a preguntarse qué relación quieren con el resto del Estado canadiense sino también a actuar en consecuencia, es decir, pacten. Ya no hablamos en el mundo moderno, en las sociedades postindustriales de declaraciones unilaterales, sino de declaraciones pactadas.
Sabemos dónde estamos, solamente les pedimos que acepten que la historia tiene distintos ritmos y que ofrece, para metabolizar, escenarios diferentes, realidades distintas. Por todo esto, más allá de pedirles que se alejen de los fantasmas —lo digo en términos casi freudianos—, les pedimos lo siguiente: opten por enterrar la violencia y la incultura, opten por todo aquello que quiere la ciudadanía en democracia, civilizada y pacíficamente. Un primer paso sería que el Gobierno español, la izquierda española, reconociera a Kosovo y que trabajara a favor de la cooperación y la ayuda a Kosovo para que, cuanto antes mejor, se convierta en un Estado moderno donde los derechos democráticos sean respetados. Pero sobre todo ayuden a la República de Serbia para que supere su posición de aislamiento, pagando el precio, repito, del nacionalismo agresivo de Milosevic, y para que pueda entrar de forma plena y cuanto antes mejor a la Unión Europea. Esta es la mejor manera de servir a los pueblos, al de Kosovo y al de Serbia.