Han Fei expone que ante un inminente ataque de un reino a otro, el amenazado envió a un letrado para convencer al atacante de que desistiera, y tras exponer sus razones se le respondió: “Nos conmueve tu oratoria, pero no queremos lo que nos ofreces, queremos territorios”, siendo invadido y conquistado. Confiar en la oratoria conduce a la derrota y fiarse de la benevolencia lleva a la destrucción, porque ni la benevolencia, ni la rectitud, ni la sabiduría, ni la oratoria son los métodos adecuados cuando se trata con el fuerte. Sólo la fuerza, y el daño que el débil puede infligir al fuerte utilizando contra él su propia fuerza, como enseña Tai Kong.
El diálogo entre dos fuerzas desiguales sólo funciona cuando la fuerte está dispuesta a ser convencida, y eso no depende de su talante sino de la capacidad superior del débil de tomar el recto camino, el que conduce a vencer sin batalla por ser al mismo tiempo interesado y escrupuloso, insolente y respetuoso, débil y fuerte, blando y duro: por atacar donde el fuerte no está preparado, y avanzar por donde no lo espera. Es la lección de Washington en su discurso de despedida, que no debe confiarse en nación alguna más allá del punto en que esté atada por sus propios intereses, máxima fundada en la experiencia universal de la humanidad y de la que ningún estadista o político prudente asume el riesgo de alejarse.
Nueva legislatura española, veremos si las minorías nacionales han escarmentado de confiar en la mayoría nacional española.
Article publicat a Público el 28 de març de 2008